Un poeta puede rajar el cielo con la navaja de sus versos, pero un político tiene sobre sí un techo de plomo
Lee uno a un poeta grande como es Francisco Fortuny, malagueño, rebelde y disconforme. Lee uno su último libro, 'Sapere aude raps', y mira al estrado y ve a Sánchez, y a Casado, y a Iglesias, y en la cárcel de Estremera a Forn y a Junqueras y todo parece que rima con el caos fortunyano cuando Erdogan sale a contar el asesinato del periodista Khashoggi y señala a La Meca. Un tirano nos alumbra a otro. Un velo se descorre. Lo que ocurre es que es el velo transparente de una ducha. Una de esas duchas siniestras con los azulejos cuarteados y moho que solo se usan para el degüello de los desobedientes.
Antonio Soler
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