La renovación de Joan Plaza como entrenador de Unicaja, pasa por ser cada temporada un asunto recurrente e incómodo. Y digo cada temporada, porque a pesar de tener contrato, siempre se ha cuestionado su continuidad casi cada año, ya fuera por resultados no acordes con los objetivos marcados, o por parte del entrenador que no se siente arropado lo suficiente o por estar tentado por otro club.
El caso es que por estas fechas se suele desatar el rumor, ya todo un clásico, a veces aderezado por los propios protagonistas, causando cierta distracción en un momento de la competición, una vez eliminado de los ‘play-off’ de la Euroliga, que requiere estar muy atentos por aquello de obtener la mejor posición de cara al ‘play-off’ por el título, y lógicamente, no poner en riesgo dicha clasificación.
Los objetivos deportivos de un club del tamaño de Unicaja, por historia, tradición, afición y ciudad, son bastante claros, estar entre los cuatro primeros para ser cabeza de serie en la Copa del Rey, y aspirar como mínimo a las semifinales de ambas competiciones nacionales, y por supuesto, participar entre los mejores del continente de la Euroliga. A partir de aquí, gestionar los avatares y vaivenes de la competición, dependerá de la sapiencia y experiencia de sus responsables de los despachos y de la cancha, valorando finalmente esos resultados por los que deben luchar.
La temporada pasada sucedió algo inesperado, el contrato tenía una cláusula donde se planteaba una salida del entrenador. Tras la Copa del Rey parecía que la decisión de la no continuidad estaba tomada por parte del club. Ciertas decepciones habían llevado a tener prácticamente resuelta la decisión, pero no contaron con la sorpresiva consecución del título europeo. Aquel título aplazó la decisión, pero no la resolvió. Doce meses después, estamos en circunstancias parecidas.
Cierto que la alta competición exige un desgaste permanente, toma de decisiones que generan debates interminables, solo apagados por buenos resultados. Cuando estos no se dan, se vuelve a encender la mecha de las dudas eternas que recaen sobre el entrenador. No es menos cierto que declaraciones manifestando su deseo de entrenar al Barça, si se produjera, tampoco ayuda a esa comunión tan necesaria entre afición y entrenador.
La trayectoria profesional de jugadores y entrenadores a ese nivel se ve sometida a la exigencia de resultados, y estilo de alcanzar esos resultados. Y dentro de ese supuesto protocolo de valores que cada club debería tener para alcanzar los mejores resultados posibles está o debería estar de forma destacada el compromiso. Y uno no se compromete exclusivamente con su contrato, sino con un proyecto, y en ese proyecto, club, historia, afición, ciudad, forman parte de él. Dicho de otra manera, hay que sentir donde estás, por muy profesional que se sea. Es el plus que en momentos de máxima igualdad, marcan diferencias.
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