viernes, 24 de mayo de 2019

Nuestro Bosque ... Por Antonio Soler

La Legislatura 13 arranca con zarabandade voxes, nacionalistas que dan la mano y dicen «Tenemos que hablar», como los matrimonios o las parejas cuando llegan a un punto fatídico y el «hablar» se convierte en un verbo afilado, en la puerta que, como en las películas fantásticas, da a un mundo desconocido. Y en medio, la campaña de las municipales, donde se nos dice, y es verdad, que las siglas cuentan menos, que el pensamiento político es más vaporoso y todo depende de la catadura del alcalde y que el asfaltado de una calle requiere poca ideología -depende de dónde esté esa calle, claro-.

Tenemos que hablar, Cataluña, impuestos, reconquista de la identidad nacional, inversiones.¿Y Europa? ¿No estamos convocados todos los españoles, todos los ciudadanos de la UE a unas elecciones decisivas dentro de tres días? Decisivas para los partidos políticos, para los estamentos legislativos y estructurales de la Unión. ¿Suena lejano? Sí. Pero, ¿realmente nos queda lejos lo que se decida dentro de la UE? En absoluto. Son unas elecciones claves para el futuro de Europa. Para el futuro de cada uno de nosotros. Y todos esos temas tan acuciantes que no dejamos de oír, nacionalismos, identidades, inversiones, extrema derecha, dependen en gran medida de lo que ocurra en las tripas de la UE. Nuestro día a día tiene mucho que ver con el proyecto europeo por más que los organismos de la institución suenen a galimatías y sus funciones no estén dibujadas en la mente de los ciudadanos.


La Unión Europea no nace como un engendro económico, por mucho que algunos lo quieran presentar así. Nace como una vacuna contra la enfermedad que pudrió Europa en el siglo XX y la llevó a dos inmensas guerras civiles. Con los nacionalismos de fondo, por cierto. La economía es una parte de la trenza. La democracia otra, fundamental. Los beneficios que España ha obtenido -económicos y sociales- son enormes. Nos lo cuentan mal y nos lo cuentan poco, porque andamos atareados con los ecos de los ecos. Los árboles nos impiden ver el bosque. Es un bosque lleno de vericuetos, laberintos e intereses encontrados, pero también de posibilidades, frutos y futuro. Y, finalmente, como diría el Cándido de Voltaire, es nuestro huerto, nuestro bosque. Fuera del bosque existe vida, sí, una vida de aislamiento y misticismo adecuada para algunos hijos del Cid, pero poco más. En el inevitable mundo global, Europa puede ser una potencia de primera magnitud. Los enfrentamientos, recelos y sabotajes de Estados Unidos y Rusia frente a la UE deberían bastar para demostrar la importancia de Europa en el futuro inmediato del mundo. La UE no es una institución del planeta Marte. Todos esos ecos y palabras que cruzan el bosque, nacionalismo y populismo, identidad, terrorismo, inversiones, y otras, paz, educación, progreso, ilustración, son problemas y aspiraciones vitales de Europa. Y cómo se va a desarrollar todo eso en los próximos años, en un sentido o en otro, es lo que nos jugamos dentro de tres días.
Antonio Soler

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