Es evidente que el pasado se ha cerrado y el futuro político se ha abierto
Con la llegada del líder socialista al Gobierno se abre un futuro incierto y esperanzado de la política española. Vendrán días duros, con broncas parlamentarias, pero en medio de la zozobra habrá un placer que nadie nos podrá arrebatar: volver la vista atrás y ver que Rajoy ya no está. Puede que muchos ciudadanos de derechas y de izquierdas coincidan en que esta legislatura será muy complicada, tal vez inviable, pero en medio del tormentoso azar de la política, mucha gente sentirá una gran alegría al volver la vista atrás y ver que en el banco azul ya no están los ministros que cantaron “soy el novio de la muerte” con fervor, al paso de un Cristo trasportado por legionarios, y tampoco está el portavoz del Partido Popular en el Gobierno profiriendo desde la tribuna burradas de arriero con la boca torcida, ni los políticos imputados con un pie en la cárcel que se atrincheraban con impunidad en los escaños.
El presidente Pedro Sánchez deberá soportar la ambición y alguna deslealtad de las formaciones que le han dado el voto, las reticencias malvadas de algunos barones del partido que se comportan como si el líder socialista les hubiera birlado la novia, pero frente a esta insidia y a la inquina personal de algunos editorialistas y líderes de opinión, al volver el rostro, el ciudadano corriente habrá perdido de vista el paisaje de la corrupción, que estuvo a punto de acabar con la democracia. Se seguirán oyendo los augurios aciagos de siempre: España se rompe, la economía se hunde, las turbas populistas se van a apoderar de la calle, propios de un falangismo revenido, pero en medio de este apocalipsis de garrafa seguirá habiendo un placer: aquellos que ya no están. El pasado se ha cerrado y el futuro político se ha abierto, como la puerta que guardaba el dios Jano, el de las dos caras. Una mira hacia la oscuridad, y otra, hacia la esperanza.
Manuel Vicent
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