De costalera, así ha salido Susana Díaz de la procesión de las primarias socialistas. Ella, que comenzó el desfile bajo palio y con todos los obispos del partido ahumando de incienso su marcha, ha acabado en el submarino, en esa bodega oscura que en los barcos está destinada a los polizones y las ratas y en los tronos a los hijos del anonimato. Ni rata, ni polizón ni reina de lo anónimo. Susana Díaz se encuentra en plena digestión de la puya. Es un tragasables sin experiencia ni vocación. Lo suyo ha sido un camino de rosas. A lo largo de su carrera a veces, sí, los pétalos se teñían de sangre, pero era sangre de los otros, ella iba siguiendo la mecánica del partido, subiendo por esos alambicados engranajes como un Chaplin de los ‘Tiempos modernos’ pero con menos retorcimiento y apretando sólo las tuercas de los disidentes.
Después de que saliera sonada a hacerse la foto de la victoria ajena y le afearan la conducta por no nombrar a Sánchez, ahora no para de mentar a Pedro. De Ferraz salió entre abucheos para sentarse en el banquillo. Sevilla es su rincón dentro del ring socialista. Le sacaron el protector dental, le han pasado toalla y árnica por el rostro y ha hecho unas cuantas abluciones para refrescarse. Sin embargo, dicen que el hígado lo tiene todavía tocado y que los coágulos circulan un poco alocados por su sistema circulatorio. Desde el primer instante de la derrota asumió su papel de virreina. Ayudaremos, si podemos colaborar, estaremos para arrimar el hombro. Cosas así ha venido diciendo para dejar claro que ella tiene su propia cofradía y que al sur de Despeñaperros es ella la que gobierna y gobernará.
Sus nazarenos andan mareados, han oído la campanilla de llamada al cónclave andaluz. Hay que darse prisa antes de que el sanchismo se haga con más túnicas. Se acabaron los bandos dice la jefa, sí, pero al mismo tiempo tocan a rebato. Hay que frenar la carcoma. La de dentro y la de fuera, porque la oposición andaluza no es que quiera hacer leña del árbol caído, es que quiere, necesita, que el árbol caiga para acabar con ese larguísimo invierno de casi cuarenta años en los que no paran de tiritar. En Málaga los socialistas se aprestan para afrontar el congresillo inminente sin que se sepa muy bien cómo va a producirse el ensamblaje entre derrotados y victoriosos. Les faltan dedos de las manos para hacer las cuentas de los delegados que pueden aportar al congreso federal. Dicen que la dirección provincial anda paseando por las almenas como un Hamlet desheredado. Heredia se arrepiente de los duros versos que le dedicó a Margarita Robles y que pueden ser un estigma. Él, que estuvo sentado a la izquierda del señor Sánchez, puede acabar también en las profundidades del mar. Sólo que sin submarino y sin otro varal al que arrimar el hombro que su propia calavera política, si su madrina Díaz no lo remedia.
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