Para ser honestos, del asunto del Astoria y Antonio Banderas no entiendo un pimiento. Después de demasiado tiempo sin respirar sobre el asunto, con el inmueble cayéndose a pedazos y toda la urgencia servida en el plato, Paco vamos a hacer algo con esto para que por lo menos vean que no nos hemos olvidado, el Ayuntamiento convocó un concurso de ideas no vinculante, con lo que vino a dejar claro que no pensaba gastar por ahora un céntimo en la intervención. Pero he aquí que una de las ideas hacía referencia, saltándose un pelín la exigencia del anonimato sin demasiado buen gusto, a un artista de talla internacional que, cual caballo blanco de Santiago, sólo podía ser Antonio Banderas.
Y cuando el nombre del actor salió al fin a la luz, al alcalde se le ocurrió decir que bueno, que de alguna forma la idea sí podría ser vinculante, o ser tenida en cuenta para futuros proyectos, con lo que Francisco de la Torre terminó pareciéndose al nacionalismo catalán: lo convocamos como elecciones autonómicas pero ahora nos apetece que sea un referéndum. Luego, Banderas, aliado con el arquitecto José Seguí, dijo que se marcha por sentirse "insultado y humillado". Pero, ¿de qué se marcha Banderas? ¿Qué ha perdido esta ciudad exactamente más allá de una idea contada en cuatro paneles? ¿Por qué cunde la idea de que había un proyecto fabuloso, con todo ya en marcha, que un Banderas despechado decide llevarse a otra parte cuando en realidad no había nada de esto? Obedece a la lógica pensar que, si el concurso hubiese sido vinculante, Seguí y Banderas habrían presentado el mismo proyecto. Y entonces sí, otro gallo podría haber cantado. Pero, habiendo en la mesa poco más que nada, ¿a qué viene tanto rasgar de vestiduras y tanto tirarse de las barbas?
¿O es que se trata de otra cosa? ¿Por qué la prensa nacional (en sus editoriales, lo que ya es grave) da por buenos los insultos y las humillaciones sin ni siquiera pararse a comprobar si ciertamente ha sido así? Aquí nadie ha insultado a Antonio Banderas. La oposición le dio al alcalde una buena ración de lo suyo, como siempre; muy distinto es que Banderas, que tiene todo el derecho del mundo a cantar las bondades de De la Torre, sintiera esos ataques como si fuesen dirigidos a él. Pero Málaga, cuyo Ayuntamiento decidió regalar a la cofradía de Banderas un suelo valorado en 750.000 euros (si esto es insultar, que baje Dios y lo vea), no tiene la culpa. Lo que no dicen los editoriales de El País y el ABC es que la idea que ganó la votación popular fue la de la Casa de la Música, que sí obedece a una necesidad cultural real de la ciudad. Si se trata de decir Viva Banderas, lo diremos. Pero menos lobos.
Pablo Bujalance.
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