En ‘Todo lo que era sólido’, Muñoz Molina recuerda un viaje de Camps a
Nueva York promocionando la Ciudad de las Artes y las Ciencias en el
Cervantes. El auditorio de 140 plazas estaba ocupado en su mayoría por
el séquito del presidente de la Generalidad. A los altos cargos se unían
los periodistas de periódicos, radios y televisiones valencianas. Nueva
York no se enteró de nada; Valencia, sí. El acto de Puigdemont el lunes
en Madrid tenía mucho de eso. Mucho de catalanes, altos cargos y
periodistas, yendo a Madrid a promocionar su Independencia de los Suflés
y las Urnas para luego contarlo en Cataluña. «El Estado español no
tiene tanto poder para impedir tanta democracia», dijo Puigdemont. Será
tanta desfachatez. Pero lo malo provoca lo peor. Los separatistas
asilvestrados son un peligro para España (y para Cataluña). Los que
protestaban fuera (con sus aguiluchos, sus yugos y sus flechas), no.
Pero en ridiculez no sé quién ganaría.
Rosa Belmonte
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