Todo lo que ha ocurrido con el ‘Caso Banderas’ tiene conclusiones tristes porque sólo hablan de pérdida y de derrota. Banderas ha hecho bien en apartarse de este follón. El edificio planeado gustará más o menos, pero la ciudad ha perdido un contenido con una pinta inmejorable para poner fin a la ruina que arrastra una de las mejores zonas de la ciudad desde hace años, y con un proyecto que no habría costado ni un solo euro público y que habría servido para recuperar la inversión de 21 millones que se hizo en su momento. El alcalde, otro derrotado, ha vuelto a demostrar que no es consciente de que gobierna en minoría y que la época de trajes a medida ya forma parte del pasado.
Parece que va a intentarse sin él, pero la presencia de Antonio Banderas en este proyecto era una garantía económica y moral que ahora se ha perdido. Con él también habríamos tenido la seguridad de que se iba a potenciar el tejido local apostando a la vez por una repercusión internacional, todo ello matizado (y esto es importante) por el aprecio que Banderas ha demostrado a esta ciudad incluso cuando nadie daba un duro por ella. No sabemos hasta qué punto se ha podido sentir ofendido o humillado el actor por todo lo que se ha dicho de él en estos días. De las críticas en redes sociales es mejor no hablar porque eso ya es una la costumbre. Lo que está claro que todo este proceso le habrá resultado una experiencia desalentadora.
Pero lo que de verdad prendió la mecha de este incendio fueron las declaraciones del alcalde cuando insinuó poco menos que pondría el nombre de Banderas al pliego de condiciones. Y excepto el PSOE, la oposición, intentando sin motivo aparente que se anulara un concurso de ideas que ni siquiera era vinculante, tampoco ha demostrado responsabilidad a este respecto; parece que algunos tienen pánico a lo privado y eso demuestra una estrechez de miras alucinante. Se han referido a él mediante motes y se habló incluso del grado de ‘banderismo’ de los proyectos en Málaga, una ocurrencia que puede tener su gracia en un bar pero que en el pleno de la ciudad resulta poco serio.
Aquí nunca se ha buscado el consenso, y eso que la Junta estaba dispuesta a negociar una modificación del PEPRI tal y como especificaban las bases de un concurso que jamás se debería haber convocado de forma tan chapucera, no vinculante sólo por si ganaba un proyecto que no le gustara al alcalde. Ahora viene lo peor, que es primero quedarnos como estamos y después encontrar otro proyecto solvente y positivo para la ciudad, uno que se parezca al que acabamos de perder. Hoy viernes, a las 20 horas en la plaza de la Constitución, hay convocada una concentración para pedirle a Banderas que reconsidere su postura, algo que ya parece difícil. Nos quedamos por lo tanto con el marrón del Astoria a cuestas, como si nada hubiera pasado. Entonces todo esto, ¿para qué?
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