Cuando comenzó el ciberataque y en Telefónica se dio la orden de apagar todos los ordenadores se oyeron risas entre los empleados. La primera parte de la II Guerra Mundial fue conocida en Francia como 'la drôle guerre'. La guerra divertida. Después de llevar meses soportando una agobiante tensión, una vez declarada la guerra a Alemania la gente vio -eso creyó- que no ocurría nada grave. Las terrazas de los cafés de París seguían llenos, cada cual iba y volvía de su trabajo sin la menor complicación. Todo lo contrario, lo cotidiano se revalorizó y cobró la vitalidad de algo maravilloso, amable, alegre. Unos meses después nadie era capaz de reír. El París ocupado, magnífica y sombríamente descrito por Jean Ghéhenno en sus diarios, era de todo menos divertido.
Después de las primeras risas en la sede central de Telefónica el virus empezó a circular por medio planeta y atacó, entre otros organismos e instituciones, a los hospitales británicos. La inconsciencia que llevó a los franceses a tomarse a broma la guerra con Hitler era simplemente desconocimiento. Lo mismo que quienes se carcajeaban en Madrid ante el ataque de un hacker. Piratas cibernéticos, bromistas de mal gusto. Nada que ver con nosotros. Asunto de las grandes empresas y del poder. Quizás cuando el primer homínido levantó un hueso o un palo para golpear a otro los demás esbozaran una mueca parecida a una sonrisa. Un poco de mal ajeno siempre hace gracia y aligera el ánimo. Cuanto más miserable es uno más lo aligera.
El primer homínido con el cráneo roto, el primer francés fusilado en el Bois de Boulogne o el primero de nosotros que pague con su salud, su seguridad o su dinero un ciberataque habrá mudado su sonrisa por un rictus de indignación o pánico. La broma cibernética de estos días apenas ha afectado a los usuarios, pero durante unas horas ha puesto en jaque algunos elementos básicos de varios Estados, un amago de lo que puede suceder en otro momento, cuando la salud, la seguridad y la economía de cualquiera pueda verse seriamente dañada. De esos poderosos que vemos cada día subir a un coche blindado o del dueño de la frutería de la esquina. En este mundo en fase de transformación convivimos individuos situados en diferentes etapas de la evolución histórica. Hay quienes siguen cerca de la edad de piedra, otros que como esos carteristas que han recalado en Málaga continúan con las prácticas de la posguerra y otros que ya están instalados en el futuro, es decir, en la punta de flecha del presente más absoluto. Conocen a la perfección el camino para el saqueo, la extorsión y el chantaje que ha propiciado el lado oscuro del ciberespacio. Y no se van a detener ante nada. El mismo Trump amenaza al FBI por twitter. El homínido con el garrote convertido en un teclado. Puede que alguien le vea el lado jocoso al asunto, pero uno, como a aquella guerra divertida de los franceses, no se lo encuentra por ningún lado.
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