Hay quien está empeñado en sacar los museos a la calle, no como participación de los tesoros artísticos en la vida cotidiana, sino para inocular en el día a día la arqueología de otra época. Una considerable parte de la población juvenil no está muy segura de si Franco luchó contra Napoleón o era el abuelo de Juan Carlos I, pero algunos políticos se empeñan, de un modo o de otro, en darle cuerda a la momia. Las momias, ya lo sabemos, no vuelven a la vida y por eso, a pesar del eterno retorno de Nietzsche, del avance cíclico de la Historia y de los populismos galopantes, no habría que preocuparse más de lo preciso. Lo que preocupa es el hecho en sí de darle cuerda a la momia o de quitarle importancia al hecho de que otros lo hagan. Por aquí y por allá sueltan píldoras, coquetean con la broma del pasado y le bailan el agua, metiendo la momia en el meollo de la política. Honores gubernamentales ante símbolos franquistas, himnos, nostalgias. Truculenta pandereta.
Hoy es el día internacional de los Museos. Toda esa parafernalia del franquismo debería estar metida en vitrinas herméticas. Diseccionada por los historiadores como entomólogos de los orígenes y el desarrollo de esa fauna. Pero no. La tendencia museística es abrirse a la sociedad, crear centros dinamizadores que incidan en su entorno. Siguiendo esa pauta, el secretario de Estado de Seguridad, tal vez para despejarse la cabeza del embudo en el que anda metido, se vino a Andalucía a celebrar un homenaje a los caídos que culminaba ante una cruz con una leyenda en la que resuena el rimbombante estilo de los amanuenses del franquismo. Nieto, el ínclito secretario de Estado, parece darse poca cuenta de sus actos. Ni los mide ni los pondera. Va y viene este señor en el que está depositado el blindaje de nuestros días. El acto que presidió no era un acto más o menos espontáneo, como ocurrió hace unas semanas en Nerja cuando en el entierro de Utrera Molina se cantó el Cara al sol. El exministro fue altamente coherente con sus bajas ideas y parte de sus deudos quisieron darle un adiós acorde con su trayectoria.
En el Congreso se ha aprobado el desalojo de Francisco Franco del Valle de los Caídos. La cosa no es vinculante. De modo que los huesos del dictador van a seguir allí una temporada. Los hijos de la Memoria Histórica quieren convertir aquello en un museo y que las cuentas opacas de la fundación que gestiona el monumento cobren transparencia. Un museo que dé cuenta de los horrores de la Guerra Civil y escenifique la propia construcción de aquel siniestro monumento. Una muestra de lo que fuimos. No de lo que somos. Una momia, un sarcófago no un vehículo con el que seguir impulsando la política del día a día como si aún fuésemos no los depositarios de esa parte de la Historia sino sus inmediatos y más furibundos protagonistas.
Antonio Soler
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