Mañana, en Málaga, se ha convocado un acto de desagravio para Banderas. Ver para creer. Hay que frotarse los ojos, o los oídos: ¡un acto de desagravio! Pero si eso es lo que se hacía en la dictadura convocando a la masa a la Plaza de Oriente para responder a “los insultos” y “las humillaciones” contra Franco. ¿Les suena el lenguaje? Eso se decía en la Plaza de Oriente… y se dirá mañana en la Plaza de la Constitución de Málaga: ¡insultos y humillaciones contra Banderas! Así estamos.
Sospecho que a los ideólogos de este circo, sus planes se les están yendo de las manos.
Honestamente, yo no puedo creer que Banderas, un gran tipo cosmopolita y culto, esté al tanto de esta farsa. Lo imagino trabajando en su maravillosa casa de la campiña inglesa, lejos de los whastapp que, con tanta irracionalidad como mala sintaxis, convocan al desagravio tardofranquista; o de las firmas en Change, que esta mañana pasaban de 15.000. En definitiva esta reacción popular sólo deja margen a dos opciones: o la mayoría ignora la realidad, o la mayoría acepta la ilegalidad. O lo que es peor: ambas a la vez.
Pero bien, vale, aceptemos que hubo humillaciones, aceptemos el desagravio, aceptemos todo. La pregunta es: ¿qué se pretende con todo esto? A ver ¿exactamente qué? ¿Que le den licencia sin cumplir las normas? ¿Qué se la den además por la vía rápida saltándose los procedimientos? ¿qué el patrimonio público proporcione réditos privados sin normas para que sí salgan los números? ¿Qué la oposición se comprometa a callar? Porque hasta responder a eso –empezando por el alcalde y el presidente del PP, que hacen suya la bandera de la ilegalidad– esto se habrá convertido no más que en un sainete bananero.
Eso sí, el desagravio de mañana para reclamar masivamente la prevaricación, por supuesto, será un éxito. Enhorabuena. Por cierto, yo también quiero que Banderas haga su teatro; así que me alegraré si le persuaden. Eso sí, yo además tengo la pequeña manía de reclamar que sea con un concurso transparente, un proyecto legal, y un uso sin trampas. En caso contrario, prefiero el otro bando. Sí, el bando perdedor, para variar, qué remedio. Pero en fin, ya lo decía el tango Cambalache: los inmorales nos han igualao. O a la vista del Affair Banderas, más que igualarnos, definitivamente nos han superao.
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